De lo Espiritual en el Arte (un fragmento del libro de Kandinsky)

La sumisión a la escuela, la búsqueda de
la línea general, la exigencia en una obra
de principios y de medios de expresión
propios de la época, conducen por falsos
derroteros, y necesariamente desembocan en
la confusión, la oscuridad y el
enmudecimiento.
El artista debe mostrarse ciego ante las
formas reconocidas o no reconocidas, sordo a
las enseñanzas y los deseos de su tiempo.
Sus ojos atentos deben dirigirse hacia
su vida interior y su oído prestar únicamente
atención a la necesidad interior. Entonces
sabrá utilizar con la misma facilidad
tanto los medios permitidos como los
prohibidos.
Este es el único camino para expresar
la necesidad mística. Todos los medios son
sagrados, si son interiormente necesarios, y todos son sacrílegos si no brotan de la fuente de la necesidad interior.
Por otra parte, aunque hoy se teorice hasta el infinito acerca de este tema, la teoría es prematura. En el arte la teoría nunca va por delante arrastrando tras de sí a la praxis, sino que sucede todo lo contrario.
En arte todo es cuestión de intuición, especialmente en sus inicios. Lo artísticamente
verdadero sólo se alcanza por la intuición, y más aun cuando se inicia un
camino. Aunque en la construcción general pueda intervenir la teoría pura, el elemento
que constituye la verdadera esencia de la creación no se crea ni se encuentra nunca
a través de la teoría; es la intuición quien da vida a la creación. El arte actúa sobre la
sensibilidad y, por lo tanto, sólo puede actuar a través de ella. Con el cálculo matemático y
la especulación deductiva, aunque se basen en medidas seguras y pesos exactos, nunca se
obtendrán resultados artísticos. No se pueden formular matemáticamente esas medidas, ni
se encuentran esos pesos.  La medida y el equilibrio no están fuera sino dentro del artista, constituyendo lo que podríamos llamar su sentido del límite, su tacto artístico —cualidades innatas del
artista que se potencian hasta la revelación genial gracias al entusiasmo. En este sentido
hay que entender también la posibilidad de aquel bajo continuo en la pintura presagiado
por Goethe. Por el momento sólo intuimos una gramática pictórica de este tipo; cuando
se realice se basará no tanto en las leyes físicas (como se ha intentado y se insiste en intentar con el cubismo), sino en las leyes de la necesidad interior, que podemos calificar de anímica.
Se observa pues que en el fondo de cada pequeño problema, y en el del mayor problema
de la pintura, se halla siempre el factor interior. El camino en el que nos movemos
actualmente y que constituye la mayor felicidad de nuestra época, es el del despojo de lo externo para oponerle su contrario: la necesidad interior. El espíritu, como el cuerpo, se fortalece y desarrolla
con el ejercicio. El cuerpo abandonado se vuelve débil e impotente, y lo mismo le sucede al espíritu. La intuición innata del artista es un talento evangélico que no debe enterrar. El artista que no hace uso
de sus dotes no es más que un esclavo perezoso.
Por lo tanto es necesario, y en ningún caso nocivo, que el artista conozca el punto de partida de estos ejercicios, que consiste en la ponderación del valor interior de su material con una balanza objetiva...

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